Me resulta extraño escribir en
este blog y asistir a un proceso creciente de globalización, pues cada vez
entran de países más diversos y mis aspiraciones no dejan de abarcar aquellos
temas cotidianos que en algún instante captan mi atención. Supongo que
despertaré algún interés más allá de mis propias narices y que lo universal
pasa necesariamente por el tamiz de lo más ínfimo, de esos temas que a todos
nos preocupan y que acaban siendo la excusa inevitable para construir un
entorno más humanizado y cercano.
Resulta
también pintoresco, que en este mundo globalizado sea cada vez más fácil
acceder a la información de lo que está pasando en cualquier parte del planeta,
pero por el contrario se concentren mecanismos de poder en unas pocas
multinacionales, fondos de inversión y entidades financieras que acaban
interfiriendo en la capacidad de decisión de nuestros mismos representantes. Y
es que este parece un mundo al revés, porque tal y como explico en una entrada
anterior, “Desequilibrios”, la naturaleza debería moverse desde lo más fuerte
hacia lo más frágil para poder garantizar un mínimo de equilibrio, si es que
queremos sobrevivir a nuestros incesantes delirios de grandeza.