jueves, 23 de mayo de 2013

DE LO COTIDIANO

       Me resulta extraño escribir en este blog y asistir a un proceso creciente de globalización, pues cada vez entran de países más diversos y mis aspiraciones no dejan de abarcar aquellos temas cotidianos que en algún instante captan mi atención. Supongo que despertaré algún interés más allá de mis propias narices y que lo universal pasa necesariamente por el tamiz de lo más ínfimo, de esos temas que a todos nos preocupan y que acaban siendo la excusa inevitable para construir un entorno más humanizado y cercano.
     Resulta también pintoresco, que en este mundo globalizado sea cada vez más fácil acceder a la información de lo que está pasando en cualquier parte del planeta, pero por el contrario se concentren mecanismos de poder en unas pocas multinacionales, fondos de inversión y entidades financieras que acaban interfiriendo en la capacidad de decisión de nuestros mismos representantes. Y es que este parece un mundo al revés, porque tal y como explico en una entrada anterior, “Desequilibrios”, la naturaleza debería moverse desde lo más fuerte hacia lo más frágil para poder garantizar un mínimo de equilibrio, si es que queremos sobrevivir a nuestros incesantes delirios de grandeza. 




miércoles, 8 de mayo de 2013

FRAGMENTOS - REFERENCIAS DE LA MEMORIA 10

     Noches de zozobra, odiaba esas noches, aunque no podía evitar tener la sensación de desamparo al sentirme solo y perdido. Alejandro estaba a mi lado y a pesar de escucharme no dejaba de ser un apoyo pasajero en mi vida.
- ¿Por qué no me cuentas lo que te pasa? – me incordiaba una y otra vez preocupado por mi tristeza.
     Beatriz me acompañaba en mis noches de angustia, me recordaba que las noches felices fueron aquellas en las que ella estaba presente. Nadie me miraba como ella y su sonrisa tenía la vida que a mí me faltaba.
- No hay nada que contar, lo único que pasa es que soy un imbécil – le dije para que se callara.
     Caminábamos tranquilamente, tambaleantes e irreconocibles, Alejandro se reía de mis balbuceos y me provocaba dando mayores tumbos de los necesarios por aquellas calles transitadas.
- ¿No la habrás vuelto a ver? –  me preguntó asustado.
- No, no la he vuelto a ver – le respondí lacónicamente para que se quedara tranquilo.
     Se detuvo para mirarme a los ojos.
- Me alegro, y ni se te ocurra acercarte a ella por muy mal que te sientas. Dime, Ernesto, ¿de qué nos sirve la tristeza sino para reírnos de ella? Hoy has estado patético, verdaderamente y asquerosamente patético, me parece que ya nos queda menos camino que recorrer hasta que toques fondo.
- Yo hace tiempo que no te escucho.