miércoles, 20 de febrero de 2013

FUMATA BLANCA


     Ya tenemos espectáculo para la primavera, humo blanco, humo negro, que envuelto de tradición trata de volvernos a todos majaretas mientras esperamos la llegada del nuevo Pontífice. Supongo que este Papa, como el resto, lo dejará todo y se marchará campo a través a servir a los más necesitados, que ya me lo imagino vestido con harapos saliendo por la plaza a no se sabe donde mientras le rodean cientos de cámaras de televisión y de fieles preguntándole que a dónde va, o es que no sabe que su sitio es allá en el balconcito, vestido de blanco y hablando raro.
     Puestos a imaginar, también me imagino las elecciones en Alemania, todos reunidos en el Parlamento, a pan y agua, mientras eligen arduamente a un representante, pero esta vez, en vez de hacer una fumata blanca, que compren bragas y calzoncillos rojos, y que los hagan salir por la puerta al son de la novena de Beethoven, para que se bajen los pantalones en público y sepamos de una vez quien forma parte del nuevo gobierno europeo. ¿No sería fantástico?, incluso mejor que lo del Papa.
      ¿Y en España?, bueno, aquí somos toreros, así que los meteríamos a todos en una plaza, en Las Ventas por ejemplo, y les soltaríamos un morlaco con sobres de billetes de quinientos atados en el rabo. Y al que enganche la pasta le nombramos Presidente con honores, que por lo menos habrá demostrado ser un experto en recortes y en trincar la pasta. ¿No os parece?, ¡y que viva la democracia!  

viernes, 8 de febrero de 2013

FRAGMENTOS - REFERENCIAS DE LA MEMORIA6


     Su piel era cálida, ligeramente bronceada por el sol, hermosamente frágil, de aroma perturbador y absorbente, penetrante. No era posible permanecer a su lado sin entristecerse, por la belleza oculta de su rostro, por su forma de sentir, por el encanto que mis manos no podían abarcar, por la imperfección de la memoria que me obligaba a quedarme callado para no perderme ningún detalle mientras se sucedían los gestos a una velocidad que era incapaz de asimilar. No podíamos evitar querernos, ajenos al capricho del deseo sexual, pues difícilmente podíamos esperar desenfreno de la persona amada si sólo nos bastaba con estar el uno al lado del otro. Beatriz me miraba y yo reconocía sus emociones entre el placer y el dolor que la abrumaba. Me alegraba encontrarla de nuevo detrás de aquellos ojos dulces y dolientes, me daba cuenta de que ella seguía sufriendo bajo aquella máscara de piel, sobreviviendo a la vida con entereza.